Manuel Guillén: retrato al óleo de un hombre multicolor, Conferencia
realizada
en el Museo de la Ciudad, 25 de septiembre de 1997, por Jaime Fierro y
Emilio Cortéz.
Publicado en el ALEPH de la Universidad Autónoma Metropolitana, Plantel
Azcapotzalco, 31 de marzo de 1998.
SEMBLANZA
MANUEL GUILLÉN:
Retrato al óleo
de un hombre multicolor
Es difícil pintar en silencio, pero allí estaba: estaba pintado el
silencio. Yo sé
que este mural hay muchas otras cosas, innumerables raíces, terrenal
abundancia. Sé que hay opiniones y cantos, ideologías y encantamiento,
supremas razones y piedad, reposo y movimiento.
Pablo Neruda, 1965
Aquel Otoño Neruda hacía con sus palabras un ejercicio para su espíritu,
siempre atento a las maravillas del hombre, se refería, al mural que
grandes maestros muralistas mexicanos habían logrado aquellos días en
uno de los recintos de la Universidad de la Concepción, en Chile: Jorge
González Camarena, Albino Echeverría, Javier Arévalo, Salvador Almaraz
y Manuel Guillén.
A todos ellos, el tiempo,
la vida y su genio creador
los llevó por distintas rutas del
mismo destino: la pintura como
instrumento que une los más inesperados
recodos del alma con los más sorprendentes espacios
de la vida cotidiana.
En el caso de Manuel
Guillén, las palabras de Neruda
referidas al silencio, a las
raíces, a las opiniones y a
los cantos, a la ideología y al
encantamiento, a las supremas razones,
a la piedad, al reposo y al
movimiento fueron, además, y en
principio, una serie de
conjuros:
El Silencio
Manuel Guillén ha sido, a su
manera, un hombre silencioso. Su
vida llena de ruidos, la ha
envuelto en grandes silencios: el
discreto silencio de sus conocimientos
al lado de los grandes maestros
y el imperdonable silencio sobre la
importancia de su pintura en el
muralismo y su obra pictórica en el desarrollo de
la plática mexicana.
Su pasión por el
silencio comenzó con su primer
dibujo a los siete años. En
la primavera de 1935, la maestra
Esther colocó sus dibujos en los pizarrones y
las paredes de aquel salón,
inaugurado, sin saber, su primera exposición de
una serie de mas de 100 a
lo largo de seis décadas.
Guillén tuvo el privilegio
como pocos, de recibir los secretos
del arte de aquel grupo de seres
especialmente dotados por la naturaleza
: Diego Rivera, Frida
Khalo, Ignacio Rosas,
Dr. Atl, Rodríguez
Lozano, María Izquierdo, Zúñiga,
Agustín Lazo, Enrique Assad…
Guillén en
silencio fue creando un
estilo, una concepción, una
manera de ser y de interpretar
la fuerza de color. En silencio,
nunca vivió de hechos relevantes como lo
fue pintar al lado de González Camarena
en Chile, o pintar otro mural en
el castillo de Chapultepec o en
el museo de Antropología.
Guillén, por exigencia
personal, no permite los comentario
sobre su autoría con
González Camarena, sobre
el Carranza del
Castillo de Chapultepec, pero
su silencio es menor que las exigencias
de la verdad que reclama la historia.
Desde ahora, asumo las
consecuencias de su regaño. La importancia
de su trabajo bien lo valen.
El silencio ha ido más
allá: Guillén ha producido más de 500 obras y
22 murales monumentales y eso nada
más de lo que recuerda, pero no se
tiene, a la fecha, el recuento
de lo que esto significa para
la pintura y el muralismo mexicano.
Guillén empieza
a permitir que los
medios de comunicación se
acerquen, Reacio a los
actos de glamour y
oropel que rodean a los
virtuosos, ha estado
lejos de homenajes
y reconocimientos públicos.
Comienza a preocuparse por difundir
su obra personal y comprende bien,
hasta, que su
trabajo es una
experiencia personal de
apropiación colectiva, sin remedio.
Tal vez encuentre hoy, otra
cara del silencio.
Raíces
Guillén es un hombre
de raíces.
Sus raíces danza como
sombras incansables y envuelto
a cada momento su trabajo.
Su infancia, como la de
muchos superdotados, no fue precisamente
un tiempo para recrear los sueños
y jugar con las estrellas; desde
chico pasó por los contrastes de ser un niño educado
en un colegio religioso para luego
asistir a una escuela para hijos
del ejército y terminar la
educación básica en las escuelas
cardenistas de los convulsionados años
cuarenta.
Salio de la Huasteca potosina
donde nació, para ser adoptado por
la gran ciudad de México, hecho
que le permite reivindicarse como
chilango huasteco. Es pues Guillén
una síntesis del hombre urbano que
aprendió a ver el mundo desde algún
punto lejano, atrás de un valle, cerca
del olor a hierba y el viento
tibio del verano, para recrearse en los incansables
cuadros de ruido, contaminación y asfalto.
A los años comenzó a
descubrir las infinitas posibilidades de
un lápiz. A conocer la capacidad
del óleo para reinventar el color.
Con el inolvidable maestro
Ignacio Rosas, su vocación quedó sellada
para siempre. El estudio del
maestro Rosas era la
guarida de muchos intelectuales,
poetas, escritores, músicos y la
fauna que nunca
falta: los políticos
y las mujeres exóticas. Desde
muy chico, Guillén fue introducido
en el mundo de los
cultivadores y creadores
de las bellas artes,
pero también en el peculiar refugio
de la bohemia.
Por supuesto que la
escuela de “La Esmeralda” tenía que
ser una parada obligada en su
formación artística. No podía ser
de otra forma. No podía renunciar a
los tiempos de estudiar ahí
con Pedro Coronel, Fanny
Ravel, Francisco Botas, Ignacio Piña
Luján, Rosa Castillo, Agustín Arellano,
Rosalío Rivero, Jorge Chávez Carrillo
y tantos y tantos compañeros de
la aventura de construir el mundo
multicolor.
Tampoco renunció a los
tiempos de la convivencia con Luís
Aragón, Salvador Almaraz, Enrique
Revueltas, Rubén y Javier
Hermosillo, Chito y Ángel Boliver.
Aquí se apropió de las
técnicas del muralismo y
la acuarela para convertirlas,
durante su vida, en una inseparable
pasión. Apenas sabía que el surrealismo
sería la forma mejor
acabada para expresar
las fuerzas desatadas y nunca
desterradas de su capacidad creativa.
Ahora, Guillén, sentado en
su banco, junto a su inseparable mesa, en
una de tantas noches de
interminable conversación, afirma emocionado que
su búsqueda en el surrealismo, es
la búsqueda de México, de su país,
de una nación que se exprese
a través de un ritmo pictórico y
vivencial.
Guillén ha cambiado varias
veces de nombre artístico
y de firma.
Primero se
hacía llamar Guillman;
luego, fue conocido
y firmaba simplemente como El
Pato en su trabajo como ilustrador
de mas de 5 mil carteles para
el cine nacional y extranjero.
Ahora, es simplemente
Guillén, como en sus raíces.
Opiniones y
cantos
Juan Manuel Guillén, pintor de seis décadas, conceptualizó la
emoción que resulta de la combinación de los colores,
los materiales y la imaginación.
A lo largo de esas incansables décadas,
Guillén no sólo tradujo
en obras su capacidad creativa. También se
dedicó a la fundación de escuelas y
talleres que pidieran atrapar a
nuevos creadores: así,
fue miembro fundador del taller
de pintura “La Luciérnaga” ; de la
Academia de Artes y Oficios en Toluca;
de la escuela para las Artes
Plásticas de Morelos, del Instituto
de las Disciplinas Plásticas; de la
Academia Municipal de Texcoco conocida
como la Casa del Constituyente; de
la Galería de Arte Y Teatro en el
Distrito Federal y, desde luego,
profesor de dibujo e
ilustración en la Academia de
San Carlos, entre otras actividades
académicas.
Fundar un espacio para
transmitir la experiencia
acumulada y los
secretos de los pinceles es también
una manera de expresar un canto: un
canto a la reproducción infinita de
color, transmitida y
comparativa entre sensibles
convocadas por el destino,
para construir un hilo
interminable a través del tiempo y
el espacio, sin mas limite que la duración de
la propia vida.
Guillén es un hombre
de su tiempo: participa y se conmueve
por los hechos sociales del
país. Asume posiciones y encuentra
el espacio y el
significado de la pintura en el
acontecer cotidiano.
En primer lugar, reivindica
el nacionalismo, pero a la
buena.
El nacionalismo que permite identificar
de donde venimos y adonde vamos. El
nacionalismo que valora las raíces
del pasado y reinterpreta el futuro.
Pero Guillén no se hunde
en el nacionalismo, en el arte y menos en la
orilla del arte abstracto; nunca en
la marginación de las plástica realista
y, mucho menos en la concepción
neoliberalista.
Manuel Guillén critica a
muchos de sus contemporáneos en el
arte. También se emociona con la
aparición de la guerrilla chiapaneca
y toma partido frente a los
hechos del 6 de julio.
Guillén siempre será una
sorprendente mezcla de opiniones y cantos.
Ideología
Neruda dijo del mural
en chile, que veía
“el nopal enredado con
los copihues y apuñalado por las
agresiones. Estaban los viejos conquistadores
enterrados en la entraña de la
silenciosa geología. Estaba al maíz con
sus dioses; la fecunda cosecha, los
grandes rostros raciales, y
un rincón de idolatría
colorada ardiendo con sus rubíes”.
Había descubierto no solo la
magnitud del color sino
una posición frente a la
vida. Por eso dijo que veía
una ideología. Pero en los tiempos
posteriores a la caída del muro
de Berlín y el final de los bloques se pregona
también que asistimos al fin de
las ideologías. Como podrá
denominarse entonces a la elección
de un estilo de vivir y de
entender el mundo y sus relaciones.
Como sea,
Guillén, desde
su estudio alucinante
fustiga las condiciones económicas,
políticas y sociales que se han ensayado en el
país y que inevitablemente se han
reflejado en el arte, en las nuevas
formas de la plástica, que son la
cara desgarrada de una especie de
depresión de la cultura.
Enojado, advierte que el
realismo se ha convertido en un mecanismo
sin personalidad que le apuesta a
la simple comercialización. No es extraño
entonces advertir que Guillén haya
sido y tal vez siga siendo
un hombre pobre.
También tiene su costo
eso que de alguna
forma se llamaba la
ideología.
Esta es una pequeña muestra de la
obra del Maestro Manuel Guillén. Si
está interesado en su trabajo,
no dude en contactarnos y le haremos llegar un catálogo
con su obra.